sábado, 28 de noviembre de 2009

Energía y Cambio Climático


El actual modelo económico de muchas sociedades desarrolladas es insostenible pues es económicamente ineficiente, socialmente injusto e insolidario dado que acentúa los desequilibrios y ambientalmente inadecuado. Durante las últimas décadas se ha ido observando cómo este último factor, la calidad ambiental, se ha ido conformando como un claro indicador de la operatividad del sistema social y económico, como un elemento de calibración del desarrollo de las sociedades y, por tanto, como un potencial motor de racionalización de este desarrollo. Hoy en día, en materia energética se observa más nítidamente que nunca los desequilibrios entre países desarrollados y otros en vías de serlo. Mientras en estos últimos los recursos energéticos se mantienen en precaria situación, en aquéllos las demandas energéticas se encuentran casi fuera de control con unos crecimientos en muchos países, entre ellos España, muy por encima de los incrementos del PIB en una clara sintonía de ineficiencia.

El hecho de que prácticamente el 85% de la población mundial no tenga un acceso suficiente a la energía anclándoles en la pobreza mientras existen en países ricos un descontrol en la demanda que provoca despilfarros que conllevan enormes riesgos ambientales a nivel planetario (calentamiento global) es una situación que es preciso cambiar tendiendo hacia una nueva cultura energética basada en la búsqueda del ahorro, de la eficiencia energética y el fomento de energías renovables, si bien esta nueva cultura no es sólo una apuesta para racionalizar ambientalmente el desarrollo económico sino que, yendo más allá, supone una opción casi única para el mantenimiento de ese desarrollo y, por tanto, las sociedades ricas. Ahorrar energía y buscar fuentes renovables ya es imprescindible para la economía pues los recursos petrolíferos empezarán a escasear en breves décadas.

Se precisa por tanto la búsqueda de nuevos paradigmas en materia de política energética basados en la descentralización de las fuentes energéticas y en su diversificación.

En este sentido, se debe asumir una planificación energética que tienda a hacer desaparecer por sustitución por otras fuentes renovables, a las grandes centrales térmicas convencionales generadoras de CO2y otros gases de efecto invernadero (y que a su vez conllevan otros impactos ambientales de enorme importancia sobre el agua, la biodiversidad, el paisaje, etc.) y también a las instalaciones de generación de energía nuclear o atómica dados los enormes riesgos ambientales y sociales que estas últimas comportan. La energía nuclear no es una solución para la lucha contra el cambio climático en una perspectiva de sostenibilidad.

El Protocolo de Kyoto representa una oportunidad para reorientar la política energética. En España su cumplimiento requiere importantes esfuerzos dada la negativa situación en nuestro país tras muchos años de rehuir responsabilidades tanto a nivel político institucional como empresarial. Sin embargo y a pesar de esta complejidad, dado el grado de avance constatado del calentamiento global del planeta, para Green Cross España el Protocolo de Kyoto es una oportunidad de mínimos, lo que implica que será necesario incrementar sus objetivos de reducción de CO2 en un futuro.

En este proceso tendencial de desaparición gradual de las grandes unidades de generación energética cobra una capital importancia:

- La búsqueda de tecnologías limpias y la I+D.
- Los cambios de comportamientos sociales y hábitos de consumo.
- Los apoyos públicos tanto a nivel político como de incentivación económica a las energías renovables y a las políticas de ahorro.
- El papel de las ONG´s para la concienciación de la sociedad civil y de presión a las administraciones públicas y privadas.

Es factible un nuevo modelo energético más sostenible y para ello se apela a un cambio de rumbo. No es utópico buscar un nuevo modelo. Utópico sería pensar que podemos seguir con el mismo sistema. Para ello es preciso crear un nuevo escenario que plantee la integración de una demanda sostenible con una oferta sostenible, entendiendo tal integración como un hecho factible que no implica descensos en la calidad de vida sino, al contrario, a medio plazo la posible expansión de estos niveles de calidad de vida para todos los habitantes del planeta.

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